Apolodoro:
... como undécimo trabajo le ordenó hacerse con las manzanas
de oro de las Hespérides. Estas manzanas no estaban en Libia como han dicho
algunos, sino en el Atlas, entre los Hiperbóreos. Gea se las había regalado a Zeus
cuando se desposó con Hera. Las guardaba un dragón inmortal, hijo de Tifón y
Equidna, que tenía cien cabezas y emitía muchas y diversas voces. Con él
vigilaban también las Hespérides, Egle, Eritía, Hesperia y Aretusa. Heracles en
su viaje llegó al río Equedoro. Cicno, hijo de Ares y Pirene, lo desafió a un
combate singular. Ares defendía a Cicno y dirigía la pelea, cuando un rayo
arrojado en medio de ambos hizo cesar el combate. Heracles a través de Iliria
se dirigió apresuradamente al río Erídano y llegó ante las ninfas, hijas de
Zeus y Temis. Éstas lo encaminaron a Nereo, a quien Heracles apresó mientras
dormía y, aunque el dios adoptó toda clase de formas, lo ató y no lo soltó
hasta que supo por él dónde se encontraban las Hespérides y sus manzanas. Una
vez informado atravesó Libia. Reinaba allí Anteo, hijo de Posidón, que daba
muerte a los extranjeros obligándolos a luchar. Forzado a pelear con él,
Heracles lo mató con su abrazo mientras lo mantenía en vilo, pues si tocaba la
tierra se vigorizaba, y por ello algunos dijeron que era hijo de Gea. Después
de Libia cruzó Egipto, donde reinaba Busiris, hijo de Posidón y Lisianasa, hija
de Épafo. Busiris solía inmolar extranjeros en el ara de Zeus en cumplimiento
de cierto oráculo: desde hacía nueve años la escasez afligía a Egipto, y
Frasio, un adivino llegado de Chipre, había dicho que cesaría la esterilidad si
cada año se sacrificaba un extranjero a Zeus. Busiris empezó por degollar al
adivino y continuó con los extranjeros que llegaban. También Heracles fue
apresado y llevado al altar, pero rompiendo las ligaduras dio muerte a Busiris
y a su hijo Anfidamante
A través de Asia llegó a Termidras, puerto de los lindios, y
después de desuncir uno de los bueyes del carro de un boyero lo sacrificó y se
dio un festín. El boyero, incapaz de defenderse, desde una montaña lo maldijo;
por eso también hoy, cuando se ofrecen sacrificios a Heracles, se hacen
acompañados de imprecaciones.
A su paso por Arabia mató a Ematión, hijo de Titono. Y al
llegar, por tierras de Libia, al mar exterior, recibió la copa de Helios;
habiendo cruzado al continente opuesto flechó en el Cáucaso al águila, nacida
de Equidna y Tifón, que devoraba el hígado de Prometeo. Liberó a éste
escogiendo como vínculo el olivo, y presentó ante Zeus a Quirón que, aunque
inmortal, estaba dispuesto a morir en su lugar.
Prometeo había advertido a Heracles que no fuera él mismo a
buscar las manzanas, sino que enviase a Atlante, y que sostuviera entretanto la
bóveda celeste; así, cuando llegó al país de los Hiperbóreos ante Atlante, lo
reemplazó, según el consejo recibido.
Atlante, después de coger de las Hespérides tres manzanas,
regresó junto a Heracles. Y para no cargar de nuevo con el cielo dijo que él
mismo llevaría las manzanas a Euristeo, y ordenó a Heracles que sostuviera la
bóveda celeste en su lugar. Heracles accedió, pero con astucia consiguió
devolvérsela a Atlante. Aconsejado por Prometeo lo invitó a soportarla mientras
él se colocaba una almohadilla en la cabeza. Al oír esto, Atlante dejó las
manzanas en el suelo y sostuvo la bóveda; entonces Heracles recogió las
manzanas y se marchó. Algunos dicen que no las consiguió por mediación de
Atlante sino que las cogió él mismo después de matar a la serpiente que las
custodiaba. Obtenidas las manzanas, las entregó a Euristeo. Éste, tomándolas,
las regaló a Heracles, de quien las recibió Atenea, que las devolvió, pues era
impío que estuviesen en cualquier otro lugar.
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