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Dientes del Dragón de Jasón

 (Apolodoro):

Jasón se presentó a Eetes, a quien comunicó el encargo de Pelias y le pidió el vellocino. Eetes prometió entregárselo si era capaz de uncir él solo los toros de pezuñas broncíneas; eran dos toros salvajes, de enorme tamaño, obsequio de Hefesto, que Eetes poseía; estaban provistos de pezuñas de bronce y arrojaban fuego por la boca. Le dijo que los unciera y sembrara dientes de dragón, pues tenía, recibidos de Atenea, otros tantos como los que Cadmo había sembrado en Tebas. Mientras Jasón cavilaba cómo uncir los toros, Medea se enamoró de él; era una hechicera, hija de Eetes y de la oceánide Idía. Temiendo que los toros destrozaran a Jasón, prometió, sin conocimiento de su padre, ayudarle a uncirlos y conseguir el vellocino si juraba tomarla por esposa y llevarla en su viaje a la Hélade. Jasón consintió y ella le proporcionó una droga, diciéndole que untara con ella el escudo, la lanza y su cuerpo cuando se dispusiera a uncir los toros, pues le aseguró que, untado con ella, durante un día ni el fuego ni el hierro podrían hacerle daño; le advirtió que una vez sembrados los dientes surgirían de la tierra hombres armados contra él, y le aconsejó que, viéndolos agrupados, desde lejos arrojara piedras en medio, y que, mientras por ello combatieran entre sí, los matara. Jasón, tras oír esto, untado con la droga llegó al bosque sagrado del templo, buscó a los toros y, aunque lo envolvieron en llamas, los unció. Cuando hubo sembrado los dientes, brotaron de la tierra hombres armados; donde vio muchos juntos, sin ser notado arrojó piedras, y mientras luchaban unos contra otros, se acercó y los mató. A pesar de haber uncido los toros, Eetes no quiso entregarle el vellocino, sino que pretendía quemar la Argo y dar muerte a sus tripulantes. Pero Medea, adelantándose, condujo a Jasón por la noche a donde estaba la piel, y, tras adormecer con una droga al dragón que la guardaba, se apoderó de ella y se dirigió a la Argo con Jasón, llevando también a su hermano Apsirto; y con ellos a bordo los Argonautas zarparon durante la noche.

 

 

Jasón sembró los dientes sobrantes de la serpiente de la fuente Castalia, que Atenea se había guardado para la ocasión.

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