(R.G.:18.l) Las Parcas asignaron a Afrodita solamente un deber divino, a saber, hacer el amor; pero un día Atenea la sorprendió trabajando subrepticiamente en un telar y se quejó de que sus prerrogativas habían sido infringidas, amenazando con abandonarlas por completo. Afrodita se disculpó profusamente y desde entonces no volvió a trabajar con las manos.
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