“... quien tenía en
su brazo izquierdo el escudo que había cubierto con la pintura de las cien
serpientes de la Hidra,
espanto argivo. De entre las murallas, las sierpes con sus fauces arrebataban a
los hijos de los cadmeos.” (Eurípides: Las
fenicias en traducción de Carlos García Gual para editorial Gredos)
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